Johann Wolfgang von Goethe

Nació en Francfort, fue hijo de Johann Caspar Goethe, un abogado y consejero imperial que se retiró de la vida pública y educó a sus hijos él mismo, y de Katharina Elisabeth Textor, hija de un antiguo burgomaestre de Fráncfort. Estas vinculaciones familiares le pusieron en contacto desde el principio con el patriciado urbano y la vida política.
De inteligencia superdotada, y provisto de una enorme y enfermiza curiosidad, hizo prácticamente de todo y llegó a acumular una completa cultura. Primeramente estudió lenguas, aunque sus inclinaciones iban por el arte y nunca, a lo largo de toda su vida, dejó de cultivar el dibujo; al tiempo que escribía sus primeros poemas, se interesó por otras ramas del conocimiento como la geología, la química y la medicina.

Goethe estudió derecho en Leipzig; allí conoció los escritos de Winckelmann sobre arte y cultura griegas, pero una grave enfermedad le obligó a dejar los estudios en 1768 y volver a Fráncfort; una amiga de su madre, le cuidó y le introdujo en el misticismo pietista, que ponía su énfasis en el sentimiento dentro de la confesión protestante; por entonces compuso sus primeros poemas. Retomó los estudios en 1770 en Estrabusburgo y los concluyó al año siguiente; esos dos años allí fueron muy importantes para él: conoció a Friederike Brion, que le inspiró la may
oría de sus personajes femeninos, y trabó amistad con el teólogo y teórico del arte y la literatura Johann Gottfried von Herder, quien le introdujo en la poesía popular alemana, le descubrió el universo de Shakespeare y le liberó definitivamente del Neoclasicismo francés y de la confianza en la razón.
De vuelta de nuevo a Fráncfort, escribió la tragedia Gotz von Berlichingen y la novela Las cuitas del joven Werther, y colaboró con Herder en la redacción del manifiesto del movimiento Sturm und Drang (Tempestad e ímpetu) y de Sobre el estilo y el arte alemán, obra en la cual se reivindica la poesía de James MacPherson y de Shakespeare.
En 1774 publicó el drama Clavijo y en 1775 Stella. Mientras, intentaba abrir con poca fortuna en Fráncfort un bufete de abogado, y como además había roto un compromiso de matrimonio, no dudó en 1775 en aceptar la invitación a la Corte de Weimar de Carlos Augusto, heredero del ducado de Sajonia-Weimar, y marchó hacia allá prácticamente huyendo de las dos cosas, de la abogacía y del compromiso sentimental.
Entró al servicio del príncipe heredero y fijó su residencia en Weimar ya hasta su muerte. Las tareas que éste le encomienda le hacen abandonar prácticamente la literatura durante casi diez años. Allí Anna Amalia, madre de Carlos Augusto, que había empezado a crear un círculo de intelectuales con el preceptor de su hijo, Wieland, lo amplió al incluir en él a Goethe y posteriormente Herder y Friedrich von Schiller. Goethe pasa de ser consejero secreto de legación a consejero secreto y finalmente se convierte en una especie de ministro supremo.
Inicia en esa época sus investigaciones científicas. Descubre un nuevo hueso humano que dio base a la teoría de la evolución y se opone a Newton en una teoría de la óptica.
Desde un puesto tan importante tuvo la oportunidad de relacionarse con la alta aristocracia y conoció a personajes notables, como Napoleón Bonaparte, Ludwig van Beethoven, Friedrich von Schiller y Arthur Schopenhauer. En 1782 fue añadida la partícula von a su apellido por el mismo Duque Carlos Augusto pese a las protestas de la nobleza, para formar parte de la Corte con un cargo equiparable al de los restantes ministros, pertenecientes todos a ella.
A su condición de masón y a su paso por la Masonería, así como a otras aficiones que al parecer cultivó, se atribuye influencia en su obra, especialmente en Fausto.

Por otra parte, seguía profundizando en el estudio del teatro de William Shakespeare y de Pedro Calderón de la Barca. Las lecturas teatrales de estos autores amplían notablemente los horizontes de su espíritu. Escribe un famoso monólogo del gran dios del Romanticismo, Prometeo, que personificaba el genio rebelde de los creadores y del cual se sintió justamente orgulloso.
Merced a Goethe, Weimar se convirtió en el auténtico centro cultural de Alemania; allí compuso poemas inspirados por Charlotte von Stein y empezó la redacción de sus obras más ambiciosas, como Fausto, que luego revisaría a fondo tras la profunda impresión que recibió en su trascendental viaje a Italia, que cambió su desequilibrada estética romántica por el equilibrio clásico, viaje que empieza con su periodo Clásico. Cuando regreso a Weimar en 1788 se encontró con una gran oposición a su nueva ideología.
Dirigió el Teatro ducal entre 1791 y 1813 y con motivo de este cargo conoció en 1794 al dramaturgo Friedrich von Schiller, quien publico muchas de sus obras e incitó a Goethe a que prosiguiera en la gran obra de su vida, el Fausto, poema que no paraba de corregir y ampliar y cuya primera versión apareció en 1808. El hecho más importante quizá de esta época de su vida es su entrevista en Erfurt con Napoleón I.
La Revolución francesa supuso para Goethe un gran trastorno; algunos de sus epigramas venecianos ya tratan este tema, pero como su pensamiento se hallaba por completo imbuido del equilibrio y armonía del clasicismo y veía el ser como una totalidad orgánica a partir de la filosofía de Kant, el desarrollo de la revolución y el cambio provocado por la violencia le parecían una atrocidad. Eso se plasmó en algunas obras de entonces. Algo después aparecen sus novelas de madurez. Goethe murió en Weimar el 22 de marzo de 1832. La versión final de su gran poema coral Fausto apareció póstuma ese mismo año.
Todo esto se sabe gracias al libro autobiográfico de Goethe: Poesia y verdad.